
Somos el adulto que nuestro niño quería ser,
el desapegado resguardo de una pareja
o un bonito beso de despedida
de nuestros padres, antes de nacer.
Somos el primerizo amor juvenil
que algún día en nuestro corazón tuvimos.
La primera mirada es la primera decepción,
el primer suspiro angustioso
o la primera lágrima por un amor afanoso.
Somos ese bonito recuerdo
de aquel ser en la mañana
o en la más oscura noche
que vilmente agarraba el alma.
Somos el fulgor de nuestros deseos
el error de nuestra sangre,
la vivacidad de aquella estrella
o el andar de un futuro cadáver.
Texto: Álvaro Arrans
Imagen: M. Accarino
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Publicado por arransalmansa
Mis padres quisieron llamarme Álvaro, como uno de ellos. Cuando llegué llovía y hacía frío. Hay meses de octubre en los que el verano no se hace tardío. Podría decirse que en 1998 huyó de mí poco antes de que anclara.
Crecí en Sevilla hasta los seis años de edad, momento en el que me desplacé con mi madre y mi hermana a Córdoba. Allí he crecido junto a ellas. Junto a ellas, junto a mi Nikon, junto a grandes amigos que no he considerado una segunda familia sino parte de la primera, junto a un lápiz y un papel, junto a vagones, miles de vagones y, lo más importante, junto a millones de notas musicales que mi madre dejaba escapar entre su arco y las cuerdas de su violín.
Ahora estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos y vierto aquí mis pequeñas reflexiones y desahogos sentimentales.
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Fantástico Álvaro, se nota que llevas palabras en las venas.
Un beso, sigue compartiendo creaciones tan bonitas como esta.
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